jueves, 15 de noviembre de 2012

De amores y revoluciones

Tu piel me huele a piel
y a desenfado.
A luna nueva y nardos.
Mis ojos, rojos de mirar soles perdidos,
no quieren verte pero te están mirando
y te preguntan.
¿No me sentís temblar
cuando tu cuerpo, como de nieve tibia,
se desliza por mis manos, presurosas,
de abarcarte toda entera en un instante?
¿No sentís que se me escapan los versos
como pájaros locos, y mi boca los persigue,
y los deja sobre tu boca, para que solo vos los digas?
.
¿No te das cuenta de que se me olvidaron
todas las revoluciones
todas las rebeldías?
¿Y de que estoy esperando una mañana
de sol encendido
un trigal de oro
y un linar en flor como tus ojos?

Pero la vida sigue.
El río se desboca y después,
calmados sus ímpetus,  vuelve a su cauce
y allí discurre en paz consigo mismo
para llegar al mar y hacerse nube
y permitir que el hombre regrese a sus orillas
a continuar la vida.
La magnitud del miedo nubla mi entendimiento
mi voz se pierde en un laberinto de palabras vanas.
Y otra vez tu piel
se enfrenta a mi conciencia
y el olor a desenfreno que te envuelve
me convida a entregarme a tus antojos
de niña malcriada.
Y logras  convencerme, cuando decís,
cómo me gusta ese poema tuyo que  pregunta:
“¿Qué hace tu risa colgada de la luna?”

Vuelvo a pensar en todos mis afanes,
mis logros, mis ideas.
Lo que dije, lo que sostuve años y años,
y el consabido hablar de la coherencia.
Pero seguís ahí,
mirándome, desnuda y temblorosa.
Ardiente como un fuego.
Deliciosa y fresca como el agua.
Espanto miedos y prejuicios,
tu desnudez puede más que mis principios
y te cubro con mis manos, con mi cuerpo,
con todos mis sentidos.
Entonces mis ojos aturdidos
descubren que,
la muerte injusta, sigue impune
la miseria es constante y repetida
y el silencio es culpable todavía.
Todo está vivo aún, y yo me lo reprocho,
andar jugando a los amores en medio de esta guerra
hundiéndome en el blanco sublime
de tu cuerpo,
mirando desde tus ojos de lino florecido
entregándome al desenfreno de todos tus deseos
y los míos.
Entonces surgen, como tormentas,
las preguntas:
¿Por qué no puedo entregarme al amor
sin que me pese?
¿Sin vergüenza ni pudores?
¿Sin olvidarme de las revoluciones
y de las rebeldías?

Vuelvo a mirarte,
Me aferro a tu inocencia y a tus miedos
Y dejo que el amor haga su juego.
Me entrego a vos
con toda mi locura
y entonces sé
que otra revolución está naciendo.
Blanca como un sueño adolescente,
temblorosa y desnuda,
mirándome desde tus ojos
asustados y azules como el lino.
                                            
                    Uno de mis últimos poemas para un próximo libro.

viernes, 9 de noviembre de 2012


Tren y casa antigua en Pilar (B A)